Necesitamos jóvenes radicales, pero no fanáticos

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Foto: Tomada de Internet, créditos al autor


Miles de líneas se han escrito ya sobre el papel de los jóvenes en Colombia y sobre como nosotros debemos ser los agentes que traigan el cambio a la sociedad, esa idea ya está clara, la pregunta ahora es: ¿cómo debemos abordar semejante reto? Hoy me permito hacer una reflexión que ayuda a responder dicha pregunta y que, considero, es pertinente dado el ambiente de zozobra, violencia y polarización en que se encuentra nuestro país.

Hoy no pretendo decirle a nadie como pensar ni tampoco en que debe creer, no considero que eso aporte algo, y mucho menos si no se tiene claro el principio que voy a esbozar en este escrito, además, los que me conocen o me han leído alguna vez, saben muy bien por cual orilla del camino marcho con orgullo.

Hoy sencillamente quiero invitarlos a ser radicales en sus principios, pero jamás fanáticos. Para muchos lo anterior puede sonar contradictorio, por lo cual me permito tratar de explicar la diferencia entre los dos términos en las siguientes líneas.

La palabra radical es definida por la RAE como: Perteneciente o relativo a la raíz; fundamental o esencial; total o completo. Estas definiciones recogen las características que, considero, deberían tener nuestros ideales y/o principios rectores si queremos lanzarnos a la arena del debate público, ya sea en algo tan sencillo como las redes sociales, o en algo tan serio como una candidatura a un cargo de elección popular. Nuestros ideales deben ser claros, inamovibles, permanentes, coherentes, constantes, pero sobre todo fundamentados en un estudio juicioso de la problemática a tratar. Con lo anterior no pretendo hacer una apología a la izquierda o derecha como únicos ideales válidos para identificarse, todo lo contrario, se puede ser radical también desde posiciones que recojan valores de estas dos ideologías en un centro definido (si es que tal cosa puede existir), como también es válido ser radical desde alguna de las vertientes libertarias que por definición se desmarcan de estas dos orillas de pensamiento. Lo único fundamental para ser radical es tener claro qué se cree, porqué se lo cree y sobre todo, tener los argumentos suficientes para defenderlo ante cualquier escrutinio. Lo anterior es importante para que, como ciudadanos, podamos ser elementos constructivos que aporten ideas útiles a un debate abierto y plural, ya que de nada nos sirve una juventud amorfa y volátil que se mueva como una veleta con el viento que esté de moda, o que se conforme con informarse a través de memes y los titulares sensacionalistas que hoy nos ofrecen todos los medios de comunicación, en su afán de ganar likes e interacciones en sus publicaciones. Por el contrario, necesitamos una juventud estudiosa para la crítica y laboriosa para construir, (desde cualquier orilla) pero, sobre todo, coherente. Ser radical tampoco implica ser testarudo ante una posición mejor sustentada que la propia, la evolución de las ideas de un joven a medida que vive y se forma, es más que natural, pero el radicalismo que planteo nos asegura que si un cambio de pensamiento, ante determinado tema, es necesario este se dará luego de un examen juicioso y no por el pernicioso consejo de la presión social.

Por otro lado, el fanático, está definido por el diccionario de español jurídico de la RAE como: Aquel que defiende una creencia o una opinión con pasión exagerada y sin respetar las creencias y opiniones de los demás. Definición que sintetiza a la perfección la idea que quiero trasmitir y que, por desgracia, se ha convertido en la actitud de muchos jóvenes colombianos, en su mayoría, bien intencionados, a la hora de aproximarse al debate socioeconómico y político nacional. Con tristeza veo jóvenes altaneros expresando con violencia posiciones que no sobrevivirían el más mínimo debate, como verdades absolutas; veo jóvenes universitarios cuyo mejor argumento es un improperio de alto calibre, contra un policía que solo está cumpliendo su deber; veo jóvenes insultando a sus amigos y familiares porque no comparten su forma de pensar, y creen que eso entonces les da derecho de tratarlos como seres inferiores o ignorantes; veo jóvenes que no están dispuestos a sentarse a debatir con un contrario, ya sea porque tienen miedo de ser descubiertos en su ignorancia, o sencillamente porque consideran que su contraparte es tan inferior, que no merece el esfuerzo o el tiempo que una buena discusión amerita. En conclusión, veo muchos jóvenes fanáticos.

La invitación es entonces a que nos reconozcamos con nuestros contrarios como hijos de una misma tierra y seamos capaces de sentarnos a debatir ideas y no personas, como esbozaba lucidamente Eleanor Roosevelt; a que investiguemos a fondo un tema antes de comentarlo y busquemos más de una fuente de información para construirnos un panorama completo y objetivo de la situación; a que mantengamos nuestros principios intactos sin importar que tan fuerte sea la presión social; a que dejemos de seguir caudillos sin cuestionarlos. En fin, la invitación es a que seamos radicales, pero nunca fanáticos.

Jorge Luis Rodríguez Cortés
Twitter: @JorgeRC11945
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