La política, los jóvenes y su futuro en los partidos. (Diciembre - 2017)

Foto: Archivo personal
(Columna inédita escrita en diciembre de 2017)

Siento la necesidad de escribir estas líneas para aclarar mi mente y al tiempo ayudar a que los jóvenes, que se sientan identificados, hagan lo propio.

A lo largo de nuestras vidas los jóvenes colombianos hemos sido testigos mudos de una dinámica política podrida y decadente. Diariamente observamos con angustia como los mismos políticos, usando las mismas tretas, se reparten a su antojo el dinero del Estado, que es de todos, pero al mismo tiempo no es de nadie. Vimos también como durante 8 años el gobierno nacional, en cabeza de Juan Manuel Santos, negoció con delincuentes de la más baja ralea dándole la espalda al pueblo que un día lo eligió, creando así un tenebroso matrimonio entre narcoterrorismo y poder legítimo.

Indignados por todo esto, y demás vejámenes a los que esta patria es sometida diariamente, vi con alegría como muchos jóvenes, de mi generación y de las siguientes, se levantaron y decidieron empezar a participar en política, sentando firmemente sus posiciones y haciendo escuchar su voz en cualquier espacio en el que se les era permitido hacerlo, y muchas veces en los que no también.

En 2016 se conformaron grupos de activistas jóvenes, enmarcados en distintos partidos políticos en los que estos se veían representados, que participaron en la marcha del 2 de abril de ese mismo año en contra del gobierno Santos, para luego consolidar equipos de estudio de los acuerdos de la Habana para comenzar la campaña por en NO en el plebiscito. Al contrario de lo que muchos piensan ese fue un proceso que se realizó de manera organizada, juiciosa y a conciencia, pero sobre todo con amor. Amor por Colombia, y lo digo con conocimiento de causa pues en su momento tuve el honor de liderar varios de esos procesos. Después de la merecida victoria en el plebiscito del 2 de octubre los jóvenes recuperamos la fe en nuestro país y comprobamos que trabajar por lo que creíamos en realidad podía hacer algún cambio en Colombia, a pesar de lo que la sociedad en general y muchos de nuestros amigos nos decían. Fue un momento de levantar la cabeza, tomar impulso y seguir trabajando con más ahínco por el objetivo máximo: retomar el rumbo en el 2018 ganando las elecciones presidenciales, lo cual en ese momento se veía como algo claro y casi que seguro luego de haber derrotado la maquinaria estatal publicitaria de miles de millones sin mas recursos que nuestros argumentos. El 2018 sería una victoria para Colombia.

Luego llego el 2017 cargado de afrentas al pueblo colombiano: el desconocimiento del resultado del plebiscito; las mentiras del Consejo de Estado para justificar los abusos del gobierno; la persecución a activistas y lideres de oposición; los cabecillas de las FARC dando charlas en las universidades sin haber pagado un día de cárcel; el concierto de las FARC en la Plaza de Bolívar; las guacas llenas de armas y dinero de las FARC y mil situaciones más que cada día impulsaban a los jóvenes, que estaban convencidos que ese no era el camino, a luchar con mas fuerza para no permitir que el país cayera en las garras del terrorismo. Sin embargo, el 2017 también llegó con las precandidaturas presidenciales y los personalismos que las caracterizan dando inicio al fin de un trabajo unificado y coherente. Durante un año los jóvenes, y la militancia en general, lucharon por estar por encima de los nombres y enfocarse en las ideas, en proteger las banderas que en algún momento los habían arropado y les habían servido como símbolo de unión. Pero, como hoy nos damos cuenta, estos esfuerzos no fueron suficientes, los lideres de los partidos una vez mas tomaron todas las decisiones basándose en sus propios cálculos políticos y desconociendo la voz de miles de personas que hacía unos pocos meses habían sido la base de sus épicas victorias en la calle y en las urnas. Reafirmando nuevamente el siguiente mensaje del liderazgo a las bases “ustedes me sirven para sumar y votar, pero las decisiones las tomamos nosotros”.

Y así una vez más los jóvenes, que son a quienes conozco y que de una forma u otra me han expresado su sentir, empiezan a perder el interés y la iniciativa de participar en política a tan solo 5 meses de una importante batalla que definirá el destino de la patria y por consiguiente el de cada uno de ellos. Empiezan a darle la razón a todos aquellos quienes en algún momento les dijeron que en los partidos solo los iban a usar para trabajar y después solo los jóvenes, suficientemente politiqueros y astutos, iban a quedar allí sin haber movido un solo dedo.

A todos estos jóvenes que comparten mi forma de pensar y de ver las cosas les digo, después de meditar y observar con detenimiento desde afuera, que no se descorazonen, sepan que nuestros ideales están por encima de toda bandera partidista y cualquier color político. Que hoy mas que nunca debemos estar unidos y entender que la solución a los problemas del país no está en ningún partido político ni caudillo, si no que esa solución está en cada uno de nosotros y en nuestra voluntad de trabajar de la mano para construir un mejor país. ¿Pero cómo? Se estarán preguntando muchos en este instante y la respuesta es que hay muchas maneras, sin embargo, una de ellas nos la regalan nuestros hermanos los jóvenes venezolanos, quienes entendieron que ellos son su única esperanza de tener un mejor país y decidieron consolidar un movimiento juvenil suprapartidista que lucha por ideas y no por personas, un movimiento de jóvenes para jóvenes donde se reúnan aquellos que estén convencidos de que las libertades individuales, la protección de la propiedad privada y la justicia son el único camino hacia la paz. 

Los jóvenes venezolanos lo tienen claro y estoy seguro de que su movimiento Rumbo Libertad será fundamental para que esa desolada patria recupere su libertad. No será la MUD ni mucho menos el PSUV que al fin y al cabo son lo mismo, en Venezuela serán los jóvenes los que lleven de nuevo la libertad al pueblo como en Colombia seremos nosotros sus garantes y protectores.


Jorge Luis Rodríguez Cortés

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